sábado, 2 de mayo de 2009

Del Libro "Meditando" del Hermano Masón Eugenio María de Hostos 1909


Hostos, Eugenio María de / Meditando (1909)


LIBRO DE A MÉRICO LUGO

Hay dos trabajos de largo aliento que consagran el libro recién publicado por el señor Américo Lugo: uno de ellos, --- estudio de Derecho comparado, --- parangona las diferencias del estatuto personal francés y el estatuto personal dominicano; el otro, un breve tratado de la intervención en Derecho internacional.

De esas dos ramas de la jurisprudencia, a cual más interesante para la aplicación eficaz de la sociología a la reforma del Derecho positivo, hacen las circunstancias que una u otra sea más inmediatamente interesante según las exigencias de medio, tiempo y ocasión.

Por eso, si era importante en el tiempo en que apareció el estudio acerca del derecho el indagar [p. 234] cuáles eran en aquel momento los caracteres de ese derecho, no menos interesante para el mundo entero es hoy, cuando han acaecido actos de intervención tan nuevos como el llevado a cabo en Creta por las potencias europeas de primer orden, el realizado por los Estados Unidos en favor de Cuba, el intentado por las grandes potencias europeas con ayuda de la mayor potencia americana en China; la celebración del Congreso pan-americano; la tendencia de la razón pública en Occidente hacia el empleo del arbitramento en los negocios de interés internacional y de trascendencia humana. El asunto, en lo que se refiere a la ya de hecho resuelta cuestión de Cuba, está muy bien tratado por el libro; tan bien, que su autor, como nosotros desearíamos, para así darle una prueba de confianza en su juicio, en su talento y su doctrina, podría seguir desarrollando el tema, con sólo seguir cultivando una idea fecundísima que en la antigua Cátedra de Derecho Constitucional e Internacional se exponía, pero que aun no tiene en el mundo científico un número suficiente de paladines y propagandistas: esa idea es la de que, siendo evolutivo el Derecho, como por necesidad lo es toda y cualquiera actividad de la civilización, ha pasado sucesivamente, por desarrollo, por crecimiento, por adaptación, de estructuras embrionarias a organizaciones definidas; y ha realizado esa evolución no ya sólo en cada una de las aplicaciones a la vida de las personas [p. 235] en el Derecho civil, con todas sus secuelas; a la vida de los grupos sociales, en el Derecho político y en el administrativo; a la vida de inter-nación o vida de relación de las naciones, en el Derecho internacional público y privado, sino que ha evolucionado desde Derecho personal al nacional, y desde ellos al Derecho de Gentes. A consecuencia o en seguimiento lógico de su desenvolvimiento, el Derecho actúa en las relaciones internacionales como antes lo había hecho en las relaciones del Estado con la Sociedad, y como primitivamente lo hacía en las relaciones de las personas entre sí. Así, por ejemplo, y para patentizar la importancia que ante el estudio sistemático de los problemas de Derecho tiene el tratadito de la intervención que estamos apreciando, en la estructura primera del Derecho aparece la intervención como una de las instituciones complementarias del derecho de las personas en el arbitramento obligatorio que ya tiene andada la mayor porción de su camino en la Nueva Zelandia; como una extensión de la función de árbitros, en la llamada política de compromisos, de la familia anglo-sajona, especialmente la variedad americana; como una adaptación del principio de compromiso político y de arbitramento civil, en la Ley de las naciones. Sin tiempo ni espacio más que para desflorar los asuntos de que trata el libro del señor Lugo, basten las indicaciones del carácter serio que tiene uno de los temas que [p. 236] hemos escogido para patentizar la seriedad del libro.

Veamos ahora, en el mismo libro, otros temas que brillan más por el arte del bien decir.

II

Si no hubiéramos suprimido deliberadamente las demografías ejemplares, reproduciríamos íntegra la porción más elocuente del artículo con que empieza su libro el señor Lugo. Mas, como nos iba pareciendo infructuosa la tristeza que tal vez sólo a nosotros mismos nos procurábamos con esas demografías, y dejamos de tomar los tristes datos que suministra la prensa del país, seríamos inconsecuentes con nosotros mismos, si reprodujéramos el retrato del pueblo dominicano que hace uno de sus mejores hijos. Por el afecto filial, que palpita en ese trabajo que es a la vez un acto de devoción a las principios y un acto de devoción a su país, agrega a la elocuencia de las ideas la de los sentimientos elevados.

El señor Lugo es un joven tan juicioso, que ni a sus gustos personales ni a las malas tendencias literarias de su medio social ha dado suelta en sus escritos. [p. 237] Por eso su estilo es sencillo, y no tiene nada de retórica su elocución. Así es cómo, tanto en el precitado como en los demás escritos que citemos, es de notar que el movimiento, la viveza, la elocuencia, resultan de la correspondencia entre la forma clausular de su estilo y la precisión de sus ideas; y no la producen en modo alguno, exceso de palabras y defecto de ideas, periodicidad y ampulosidad de estilo: de estos defectos en que con razón ven los españoles de la nueva España naciente, (los Posada, los Unamuno, los Dorado), una de las expresiones de la decadencia literaria, moral y social de España, exento, por su juicio y buen gusto, está el autor de la defensa de S. Willams. Y eso que en la concepción paradójica y en la demostración, necesariamente por antítesis, que el abogado utiliza en su alegato, había ocasión para retórica sin suma. Sin embargo, es sobrio: a punto, que bien pediría el tema un nuevo desarrollo, y en dos formas igualmente útiles al Derecho: la una, desde el punto de vista del derecho de penar; la otra desde el punto de vista de la organización de la justicia penal.

Ese escrito, tan interesante como suele ser lo original, no interesará tanto a los lectores antillanos como las oraciones pro Cuba. Las tres que aquí se consideran, --- vista ya de paso la que especialmente dedica al derecho de intervención,--- son las composiciones más animadas del libro, por ser las más [p. 238] sentidas. Son como brotes de un injerto en que aparecen en concordia los dos generadores: dominicano de los mejores por la cultura, la doctrina y la razón, habla como cubano de los buenos. En la hora de la contienda de Cuba con España, debieron ser de efecto muy eficaz esas elocuentes versiones de doctrina.

Naturalmente, para quien esto escribe, no es un libro de recopilación como el que da, sino una obra de exposición de doctrina social, como la que puede dar el señor Lugo, lo que puede complacerle. Así y todo, recopilación que contiene lo ya dicho, ya valdría aunque no contuviera la biografía de G. Billini, que es una de las más felices casualidades que pueden ocurrir a un escritor. Éste, sin tiempo para preparar su relato de una vida interesante e instructiva, escribe las notas en que él cree que podía fundarse ese relato. Y cuando escribe la última nota, ha escrito una biografía completa, clara, precisa, atractiva y convincente. Así deberían ser, para ser buenos, los relatos de vidas memorables.

Santo Domingo, 1901.

[p. 241]

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